Martes 13 de enero, 2oo9

  • El pensamiento simbólico es la capacidad de crear y manejar una amplia variedad de representaciones simbólicas. Esta aptitud permite transmitir información de una generación a otra, desarrollar una cultura y aprender sin necesidad de la experiencia directa de la realidad.

    El pensamiento simbólico constituye, probablemente, la diferencia más importante entre los seres humanos y el resto de los animales, y desarrolla una función esencial en casi todo lo que hacen los primeros.

    La dificultad de este tipo de pensamiento, que se ejemplifica en el tiempo que lleva a los niños el desarrollarlo, radica en la dualidad inherente de todo objeto simbólico: no solo es una realidad en sí misma sino que al mismo tiempo representa otra distinta. Consecuentemente, el observador debe realizar un doble proceso cognitivo: por un lado, representar mentalmente el objeto en sí, y por otro representar la relación entre este y lo que simboliza.

    La extinción de los neanderthales sigue siendo un misterio. Aunque vivieron en comunidades altamente organizadas y con industrias eficaces, sin embargo, puede ser que no fueran capaces de aprovechar al máximo los recursos de su entorno, que no tuvieran un lenguaje suficientemente desarrollado para una comunicación eficaz o que su capacidad cognitiva fuera menor que la del Homo sapiens.

    El éxito evolutivo del Homo sapiens está muy relacionado con el mejor aprovechamiento de los recursos del medio y con una mayor plasticidad adaptiva. Esto último tuvo que ver con el desarrollo de la cultura, que es paralelo al aumento de las capacidades intelectivas. El Homo sapiens es un inventor eficaz; pero, sobre todo, su mente simbólica le permitió construir utensilios que no están vinculados directamente con la supervivencia, como son los adornos y el arte. Todo ello tuvo que venir acompañado de una mayor estructuración social, con el reparto de responsabilidades y con grandes mejoras en la comunicación oral.

    La posibilidad de comunicarse, en un medio en el que la vida social va a ser clave para la supervivencia, es uno de los rasgos que garantiza el éxito evolutivo de los humanos. Además, el lenguaje permite construir una imagen del mundo y ayuda a compartirla entre los miembros del grupo, lo que favorece el fortalecimiento de lazos sociales.

    El "querer decir" es decisivo. Los estudiosos que han intentado enseñar a chimpancés rudimentos de comunicación lingüística señalan siempre la falta de iniciativa simbólica de los primates y su desinterés por lo que se les fuerza laboriosamente a aprender. Llegan a decir cosas a pesar de ellos mismos, estimulados por recompensas pero sin mostrar ningún gusto personal por la habilidad adquirida. Los niños, en cambio, se abalanzan sobre la posibilidad comunicativa que les abren las palabras. Ningún niño se resiste a aprender a hablar. Tal parece que los niños aprender a hablar porque a las primeras de cambio se les despierta la intención de hablar, que es precisamente lo que le falta a los demás primare, por despiertos que sean.

    Se diría que el ser humano tiene el propósito de comunicarse simbólicamente aún antes de disponer de los medios.

    Gracias al lenguaje, los humanos no habitamos simplemente un medio biológico sino un mundo de realidades independientes y significativas incluso cuando no se hallan efectivamente presentes.

    Un símbolo es un signo que representa una idea, un deseo una forma social. Y es un signo convencional, acordado por los miembros de la sociedad humana, no una señal natural. Deben ser aprendidos y por eso también cambian de un lugar a otro. Cualquier cosa natural o artificial puede ser un símbolo si nosotros queremos que lo sea, aunque no haya ninguna relación aparente. Los símbolos se refieren sólo indirectamente a la realidad física y sin embargo apuntan directamente a una realidad mental, pensada, imaginada, hecha de significados y de sentidos, en la que habitamos los humanos exclusivamente como humanos y no como primates mejor o peor dotados. Los mitos, las religiones, la ciencia, el arte, la política, la historia, desde luego también la filosofía... todo son sistemas simbólicos, basados en el sistema simbólico por excelencia que es el lenguaje. La vida misma, que tanto apreciamos, o la muerte, que tanto tememos no son solo sucesos biológicos sino también procesos simbólicos: por ello algunos están dispuestos a sacrificar su vida física en defensa de sus símbolos vitales y hay muertes simbólicas a las que tememos aún más que al mero fallecimiento de nuestro cuerpo. Como dijo un poeta, Charles Baudelaire, habitamos en fôrets de symboles: las selvas humanas por las que vagamos están hechas de símbolos.

    Nuestra condición esencialmente simbólica es también la base de la importancia de la educación en nuestras vidas. Hay cosas que podemos aprender por nosotros mismos, pero los símbolos nos los tienen que enseñar otros humanos, nuestros semejantes. Quizá por eso somos los primates con una infancia más prolongada. En cierto modo, siempre seguimos siendo niños porque nunca dejamos de aprender símbolos nuevos... Y el desarrollo de la imaginación simbólica determina nuestra forma de mirar lo todo, hasta el punto de que a veces creemos descubrir símbolos incluso allí donde no los ha podido establecer ningún acuerdo humano. Como nuestra principal realidad es simbólica, experimentamos a veces la tentación de creer que todo lo real es simbólico, que todas las cosas se refieren a un significado oculto que apenas podemos vislumbrar.

    Y aquí está el gran problema: ¿podemos llegar a saber nunca del todo lo que es simbólico y lo que no lo es, hasta dónde llega la convicción, dónde acaba lo que tiene significado interpretable y dónde empieza lo que no puede alcanzar más que simple descripción o explicación? Porque en delimitar bien estos campos puede irnos la diferencia entre lo cuerdo y lo demente o alucinado.
  • Los humanos y los animales poseen distintos tipos de reglas:
    Los humanos poseen reglas sociales, morales y culturales. La sociedad humana se basa en reglas sociales y también en reglas naturales como las biológicas.
    Los animales poseen reglas naturales como por ejemplo la época de celo de las hembras.


    La diferencia radica en que las reglas sociales se pueden aprender e incumplir y las reglas naturales no se pueden elegir, ni moldear al antojo y no se aprenden.

2 comentarios:

  1. Los sueños son, de alguna manera, los centinelas que nos conducen desde el umbral de la realidad cotidiana, fáctica, tangible y pragmática en el que nos movemos en nuestra vida de vigilia, a ese otro mundo eminentemente simbólico, que funciona con una lógica propia; la lógica de lo inconsciente, donde cada símbolo no es un concepto abstracto sino una especie de catalizador energético -cargado de afecto- que expresa, anuncia y produce efectos reales ya en nuestro sentir, ya en nuestro pensar, ya en nuestro obrar, e incluso en nuestro cuerpo; tal es el poder de los sueños.

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