El espectro radioelectrónico por Juan José Millás

El levantamiento del sumario del "caso Gürtel" ha destapado conversaciones telefónicas que podrían aclarar supuestas corrupciones del PP y que confirman sus formas y dudoso gusto.

Yo tendría que morirme diez veces y volver a nacer para comerle la polla a un amigo, dice uno. Doy instrucciones ahora mismo de dónde debe estar el dinero, dice el otro. Entre mañana y el viernes te doy lo que te falta, añade el primero. Necesito que le digas al presidente que éste es un hijo de puta, responde el segundo. Tenemos que hablar de lo nuestro, que lo nuestro es muy bonito, exclama éste. Claro que sí, amiguito del alma, manifiesta aquél. Todo en dinero B, tanto al año, y que no lo sepa fulano. Lo tendrás listo a primera hora. Me voy a hinchar. Ahí hay pasta para todos. Me han dicho que 1oo.ooo. ¿Por qué le tenemos que regalar 5o.ooo euros al tuerto?

Tú vas por la calle tan tranquilo y es que ni se te ocurre que por encima de ti se teje todo el rato un tapiz enorme de palabras y de frases y de diálogos que atraviesan el espectro radioeléctrico a una velocidad endiablada. Si estas palabras que viajan de teléfono móvil a teléfono móvil no fueran invisibles, formarían sobre nosotros un techo de mierda que haría de la Tierra un lugar inhabitable. Ahora bien, piensa uno que por muy invisible que sean, algo influirán sobre el estado de ánimo de los transeúntes (sobre todo, de los transeúntes de Valencia), del mismo modo que si se come uno la piel de un pollo hormonado le crecen las tetas o si respira humo le sale cáncer. Por eso mismo, un servidor de ustedes, cuando habla con alguien por el móvil, procura no parecer un gángster, al objeto de no contaminar. Si todo el mundo hiciera lo mismo, quizá la gente andaría menos crispada por la calle.


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