Instinto, adicción y encanto

De belleza inocente, desasosegante y adulta, a Raquel Weisz las ven heredera de Charlotte Rampling y Jacqueline Bisset. En "AGORA", de Amenábar, es Hypatia, una atea en el ocaso del Imperio romano.



Hay actrices que no necesitan más guardaespaldas que sus gafas de sol. En este caso, de Balenciaga. Algunas incluso tienen en su cuarto de baño un Oscar reciente a la mejor actriz -en este caso, de 2oo6 por El jardinero fiel-, pero se pasean por la calle pisando tierra y una una alfombra roja. Rachel Wisz (el caso del que hablamos) asegura que se siente como una más, aunque es difícil creer que tanto talento, magnetismo y belleza coincidan sin más en una sola persona. Ella se ríe: ni fue la guapa de la clase-"¡era guapa, sí, pero no de esas guapas que no necesitan tener una conversación interesante!"- ni pisó nunca una escuela de interpretación. De la carrera de literatura en Cambridge pasó al teatro: "Estudié literatura, poesía, porque lo que me gustaba y lo que todavía me gusta son las historias: leerlas, o que me las cuenten, o como ahora, contarlas yo".


"No soy una actriz pesada ni tozuda, discuto mucho antes del rodaje las cosas con las que no estoy de acuerdo, pero luego acato las decisiones y no doy problemas", continúa Weisz confirmando las palabras del propio Amenábar: "Es una mujer que no se guarda las cartas, es muy sana y dice lo que tiene que decir. No es una mujer complicada, aunque eso no quiere decir que no sea compleja".



En cualquier caso, la complejidad es algo que fascina a esta mujer con unos ojos verdes que, rodeados de pestañas y cejas negras, parecen no querer perder detalle de lo que ocurre a su alrededor y que son capaces de expresar el mayor júbilo con su simple aleteo. Tan inocente como desasosegante y adulta. "Yo amo la imperfección. La gente imperfecta me encanta. Difíciles, metepatas, complicados... Cuando era más joven me gustaba estar rodeada de gente imposible. Ahora menos, la verdad. Me gusta vivir tranquila, pero no en mi trabajo. ¿A quién le interesan las personas correctas y perfectas? ? Yo lo que quiero es que se entiendan los sentimientos más terribles y que se perdonen. Me gusta la idea de la comprensión y también la del perdón. Un actor es el abogado defensor de su personaje. Lo tienes que defender a muerte, aunque luego, con la distancia, descubras que era lo peor. Lo importante para un actor es no juzgar al personaje, eso jamás".

"Parece increíble, pero no había visto ni la película de Brando ni había leído la obra. Descubrirla fue una sorpresa. Creo que Blanche DuBois es el retrato femenino más completo que existe en teatro, toca todo, tiene 36o grados. Es un monstruo, es frágil, es dulce, es... es un desastre. Y claro, por eso me gusta, está fuera de control, haciendo cosas que nadie puede entender. Está hecha polvo. Tennessee Williams no habla de la mujer, habla de un ser humano, de alguien que está al límite. Cuando acepté el trabajo no era muy consciente de la enorme riqueza del personaje. No he querido ver ni la versión de Jessica Tandy ni la de Glenn Close, quería hacer mío el personaje". Su interpretación ha tenido excelentes críticas, la mayoría reparaban en que la actriz, todavía joven para el papel, le daba un nuevo giro. "No soy tan joven para interpretar a Blanche, Tennessee Williams la escribió para una mujer de 3o años, en esa época una treintañera sola era una solterona. Pero lo importante no es que sea mayor, sino que se siente mayor. Además, ¿qué pasa? ¿A caso han cambiado mucho los malditos parámetros? ¿De qué va, entonces, Bridget Jones?

Para la actriz, la edad solo puede ser un puente a mejores papeles. "Se vuelven más interesantes. Quizá envejecer ante una cámara en Europa es distinto a hacerlo en EE.UU." Al preguntarle por unas supuestas declaraciones suyas en las que afirmaba que el botox en las actrices debería ser penalizado como los anabolizantes en los deportistas, reacciona con algo de malestar. "Yo no dije exactamente eso, no se me ocurriría. No soy beligerante con esas cosas, cada uno que haga lo que quiera. Aunque sí creo que es raro, y solo digo raro, que una actriz se quite la expresión de la cara".



Casi rozando los cuarenta años, Weisz cree que elegir los guiones que le gustan es la única manera de controlar su carrera. "Antes hacía cualquier cosa para pagar la renta, pero ahora puedo elegir, y eso es importante". Dice que disfruta de su vida de estrella porque no se ha comido su vida de actriz: "Para mí no ha sido difícil, si voy a un evento con alfombra roja soy una estrella, pero en mi vida nadie me sigue por la calle. ¡Afortunadamente! Supongo que tienes que saber parar en el momento adecuado, no lo sé".




Tampoco le incomoda hablar de su método de trabajo, salpica la conversación con detalles que intentan explicar lo inexplicable ("actuar es relajarse, respirar hondo, es como el yoga; si duele, respiras, y vuelves a intentarlo... suena muy new age, ¿no? Pero es verdad, es importante estar relajado"). "La compensación profunda del teatro", añade, "es que uno cuenta una historia en directo, es puro rock and roll, está vivo, está ocurriendo, alguien tose en la primera fila, o bosteza en la tercera. Es tan excitante. Pero además, sobre el escenario eres el director, el montador, el músico y el peluquero. Todo. Eres el único responsable de que la gente se vaya o no contigo".

"Uno nunca está cansado cuando sube a él, no hay nada excepto lo que estás contando. No es mecánico, eso sería horrible; lo increíble es que cuando interpretas a Tennessee Williams, Shakespeare o Lorca, los haces tuyo de tal modo que no hay nada aprendido: literalmente, te arrastran detrás de sus palabras. El teatro es así de increíble y, aunque parezca duro, es mucho más fácil que la vida real, donde nunca tenemos un gran texto entre las manos". Pese a su entusiasmo, esta semana se acaba la función y ella viajará a Rumanía para rodar una película sobre el tráfico sexual de mujeres jóvenes en los años noventa en Sarajevo, una ópera primaria dirigida por la canadiense Larysa Kondracki. "Me gustó mucho el guión, sólo he visto un corto suyo, pero fue suficiente para arriesgarme". Otra vez fuera de sitio, algo a lo que dice estar habituada desde siempre,cuando era guapa sin saberlo.



"No es que no fuera guapa, es que era rara, sobre todo por dentro, por dentro siempre me sentí muy rara".

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