El egoísmo

Hablemos del desapego que es lo contrario al egoísmo.

El diccionario de la Lengua define el egoísmo como un inmoderado y excesivo amor a uno mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin ocuparse del de los demás.

A mí me gusta más definirlo como surgió el otro día, típica tarde entre amigos; de una manera más humorística e ingeniosa: "Un egoísta es todo aquél que no piensa en mí".

El desapego sería des-pegarse del ego, apartarse, desprenderse del afecto al yo. Es dejar de mirarse el ombligo, renunciar al yo, mirar al tú para vivir el nosotros. Es salir de la yoidad para alcanzar la nostridad.

Desapego es un término budista pero es la solución que late también en el cristianismo cuando se afirma que la entrada en el Reino pasa por negarse a uno mismo. El desapego del yo es necesario para poder amar al prójimo y es ahí donde encontraremos la felicidad.

El viejo Platón escribía que buscando el bien de nuestros semejantes, encontramos el nuestro. Suavizando las penas de los demás casi te olvidas de las propias.

El niño pequeño vive en un mundo-unidad sin apenas fronteras ni demarcaciones, vive inmerso en su medio siendo uno con el todo. Conforme va creciendo, ese mundo se va agrietando, resquebrajando, hasta que se quiebra por completo y se hace añicos al descubrir y pronunciar la palabra YO. Se pasa de una fase pre-yoica a una fase yoica, en la que se suele permanecer el resto de la vida.

Pero hay personas capaces de superar la fase yoica y llegan a tener encuentros en la tercera fase. La tercera fase es la trans-personal, los que llegan a ella aseguran que el yo es una trampa, un engaño, que en la realidad fundamental no hay demarcaciones, ni opuestos, ni fronteras ilusorias que fingen separar lo que de hecho es inseparable. Son los místicos los que nos hablan de esa otra forma de estar en el mundo, de esa otra dimensión.

Los que andamos lejos de la mística y de la santidad debemos al menos transitar por el mismo camino, el camino de la renuncia al yo. El prójimo y yo somos uno mismo, así que como decía el "Nostre Senyor", amarás al prójimo como a ti mismo, amarás al prójimo que eres tú mismo.Pero como digo siempre, esto es mi versión, y de todos los hechos hay cuatro versiones: la mía, la tuya, la mezcla de ambas y la verdadera.

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