Le pregunté cómo sabía que no iba a volver a desaparecer. Me observó largamente. "Sólo desaparece la gente que tiene algún sitio adonde ir", contestó sin más.
Durante cuatro semanas, maestros y psycólogos escolares me martillearon para que revelase mi secreto. Mentí y ofrecí a cada cual lo que quería oír o lo que podía aceptar. Con el tiempo, todos se esforzaron por fingir que habían olvidado aquel episodio. Yo seguí su ejemplo. Nunca le expliqué a nadie la verdad de lo que había sucedido.
No sabía entonces que el océano del tiempo tarde o temprano nos devuelve los recuerdos que enterramos en él. Quince años más tarde, la memoria de aquel día ha vuelto a mí. He visto a aquel muchacho vagando entre las brumas de la estación de Francia y el nombre de Marina se ha encendido de nuevo como una herida fresca.

A quien dices el secreto das tu libertad.
ResponderEliminarFernando de Rojas
Joder (perdon) tu profe debe de estar orgulloso eh
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